compromisos estipulados por mí, a mi voluntad o al ocurrir
ciertas contingencias; pero yo no asumo ninguna obligación,
sino simplemente la responsabilidad de ahorrar dinero
periódicamente, reteniendo en todo momento el derecho de
terminar el contrato, mientras que la otra parte puede
hacerlo tan solo con mi consentimiento, y lo que es más…
Me entrega también un
pedazo de papel
que reúne estas y
muchas otras ventajas y en el cual se conviene también en
que si el período productivo de mi vida viene a quedar
bruscamente cortado por incapacidad, tendré exactamente el
mismo derecho a todas estas cosas que si me hubiera sido
posible continuar haciendo los depósitos.
¿
Un pedazo de papel y un poco de tinta? ¡Jamás! El
verdadero milagro del papel y la tinta.